Estudios recientes sugieren conexiones entre alimentos ultraprocesados y diversos problemas de salud, mientras expertos debaten sobre su impacto nutricional.

En la década de 1990, Carlos Monteiro, un destacado epidemiólogo nutricional de Brasil, comenzó a investigar las crecientes tasas de obesidad infantil en su país. Junto con colegas de la Universidad de São Paulo, descubrieron un cambio en los hábitos de compra alimentaria: un aumento en el consumo de alimentos ultraprocesados. Estos productos, identificados por ellos como UPF (sigla en inglés para alimentos ultraprocesados), incluyen artículos como refrescos, salchichas y sopas instantáneas, entre otros.

El equipo de Monteiro desarrolló el sistema Nova para clasificar los alimentos según su grado de procesamiento. Esta clasificación ha ganado reconocimiento mundial, aunque también ha generado debates entre expertos sobre la utilidad de medir la salubridad de los alimentos basándose solo en el procesamiento, sin considerar los nutrientes.

Investigaciones recientes han relacionado el consumo de UPF con varias enfermedades crónicas, incluyendo cardiopatías, diabetes tipo 2 y trastornos mentales como la depresión. Estos estudios, principalmente observacionales, han sugerido que los UPF podrían contribuir a un aumento de peso y otros problemas metabólicos debido a sus altos niveles de azúcares, grasas y calorías fáciles de consumir.

Sin embargo, las críticas a estos estudios apuntan a la necesidad de investigaciones clínicas más rigurosas para establecer una causalidad directa entre los UPF y las enfermedades crónicas. Un estudio en particular, realizado en 2019, mostró que los participantes consumieron más calorías y ganaron peso cuando su dieta consistía principalmente en UPF en comparación con alimentos menos procesados.

Los expertos están divididos sobre cómo abordar el consumo de UPF. Algunos, como Monteiro, recomiendan evitar completamente estos alimentos, mientras que otros sugieren una aproximación más moderada, limitando aquellos UPF menos nutritivos y enfatizando el consumo de productos frescos y mínimamente procesados.

En resumen, aunque la ciencia detrás de los efectos de los UPF en la salud sigue en desarrollo, la tendencia actual apunta a una cautela creciente respecto a su inclusión en la dieta diaria.