Ver bailar danzón a grupos de personas en los kioscos del país se ha vuelto algo cotidiano. Pero ¿de dónde viene dicha costumbre? Aquí te contamos un poco al respecto.

En varias ciudades de la República Mexicana, es común observar personas bailando danzón en los kioscos de los parques o las plazas principales de ciudades y pueblos. Sobre todo hay gente mayor, pero también hay jóvenes. Es tan cotidiano, que dicha actividad ya forma parte de nuestro imaginario popular. Pero ¿alguien alguna vez se ha preguntado de dónde viene dicha costumbre? Para descubrirlo, tenemos que remontarnos un poco en el tiempo.

El origen de los kioscos

Los kioscos tienen su origen en la antigua China. De ahí, a través del comercio, llegaron a Persia (hoy Irán) y a Turquía, donde adoptarían el nombre de kōšk («pabellón» en lengua pahlavi). Para el siglo XVIII, en Europa se introdujo esta estructura, a fin de emular los jardines tanto chinos como otomanos en los palacios reales. En Francia su nombre sería adaptado a kiosque, del cual proviene la palabra kiosco que usamos en español.

Con la Revolución Francesa en 1789, surge la idea de que la música es un medio idóneo para difundir un mensaje ideológico. No había evento público que no incluyera músicos. Por razones acústicas y funcionales, la banda militar de viento fue la predilecta. Era la única autorizada a dar conciertos al aire libre, en contraposición a las orquestas de la aristocracia, que usaban instrumentos de cuerdas en salas cerradas.

Es así que para el siglo XIX, en Francia los kioscos empezaron a ser colocados en las plazas de urbes y villas, siendo el estrado en el cual se presentaban números musicales de carácter público con bandas de viento. Para finales de dicha centuria, se pretendía que a través de estos números, se difundiera el espíritu patriótico de los franceses, tras haber perdido la Guerra Franco-Prusiana en 1872.

El Porfiriato: la llegada de los kioscos y el danzón a México

En México desde la época virreinal, se acostumbraban realizar presentaciones musicales en las plazas mayores de ciudades y pueblos. Serenatas y veladas públicas, ofrecidas por bandas y orquestas eran bastante comunes. Con la Intervención Francesa (1862-1867) se construyeron los primeros templetes para estas funciones. Poco después, en 1870, aparecieron los primeros kioscos en el país.

Posteriormente con la llegada de Porfirio Díaz al poder en 1876, se extendió mucho más la iniciativa de erigir kioscos, a razón del impulso que se le daban a las costumbres de Francia en México. Es así que durante esta época, el kiosco se volvió el punto fundamental para las presentaciones públicas de música y espectáculos escénicos.

Mientras esto pasaba, proveniente de Cuba, llegó el danzón alrededor de 1880. Este ritmo musical y dancístico, era una transculturación de la contradanza y el vals, originarios de Europa. En la isla caribeña adoptaron diferentes rasgos, así como la cadencia melodiosa que acompaña este baile de parejas. A través de Veracruz y Yucatán, el danzón poco a poco fue haciendo acto de presencia en México.

Hubo dos medios fundamentales para su difusión en el país. El primero fue a través de las partituras de piano, que iban pasando de mano en mano o que eran publicadas por diferentes casas impresoras. El otro fueron las presentaciones públicas de orquestas en las verbenas y fiestas públicas. Es en este punto de la historia, donde este género se encontró con el kiosco, siendo a partir de entonces prácticamente indisolubles.

El danzón en la actualidad

Tras el auge del danzón en los años 20, 30 y 40, su práctica se ha conservado no solo en salones de baile, sino ahora también en la plaza pública. El kiosco ha continuado cumpliendo en ese sentido, un papel fundamental, ayudando a preservar al rey de la música tropical a lo largo y ancho de México.

El Puerto de Veracruz, Mérida y la Ciudad de México son los puntos neurálgicos de esta amalgama. Particularmente en esta última, el danzón pasó a formar parte de su identidad cultural. El más claro ejemplo de ello, es el Kiosco Morisco de Santa María la Ribera, construido curiosamente en la misma época en que tanto la estructura arquitectónica como el ritmo cubano arribaron al país. Y a pesar de la indolencia de algunos políticos, el sitio se ha vuelto un ícono de este baile, reuniendo cada domingo a las personas que sacan sus mejores galas, así como sus mejores pasos en compañía de sus parejas.