Un estudio revela que confiamos más en lo que nos dicen los expertos que en nuestra propia experiencia sensorial.

Se ha asumido tradicionalmente que la experiencia directa es el factor más influyente en nuestras creencias. Sentimos el frío y el calor y, aunque no los vemos, su existencia es incuestionable para nosotros. Sin embargo, un reciente estudio realizado por expertos de Harvard, Union College y el MIT desafía esta noción, sugiriendo que lo que realmente moldea nuestras creencias es, en gran medida, la palabra de otros.

El estudio, titulado «Las creencias científicas y religiosas están determinadas principalmente por el testimonio», examina la forma en que aceptamos la existencia de fenómenos tanto científicos como religiosos, a pesar de su invisibilidad. Shao Cong Ma, líder del estudio, plantea que tanto las creencias en fenómenos científicos (como los gérmenes) como las religiosas (como Dios) son construidas no a través de la experiencia personal, sino a través de lo que otros nos informan.

Los hallazgos del estudio enfatizan la importancia de los testimonios de expertos y el consenso comunitario en la formación de nuestras creencias. Esta influencia es tan poderosa que, incluso si nuestra experiencia directa contradice lo que se nos ha dicho, podemos seguir convencidos de que la versión de los expertos es la correcta. Esto tiene implicaciones significativas, especialmente en cómo se transmite la información y se combate la desinformación.

En el mundo de hoy, donde la desinformación es rampante, entender el peso del testimonio puede ser crucial. Por ejemplo, los esfuerzos para combatir las posturas antivacunas y otros movimientos contra el consenso científico pueden beneficiarse enormemente de esta comprensión. Si podemos mejorar cómo comunicamos la ciencia y establecer credibilidad en las fuentes de información, podríamos avanzar mucho en concientizar a la sociedad sobre problemas críticos como el cambio climático.

El estudio también aborda cómo las explicaciones de los padres influyen en la comprensión de los niños sobre las enfermedades, mostrando que desde temprana edad, el testimonio moldea nuestra percepción del mundo. Este enfoque podría reformar la educación y la comunicación pública, enfatizando la calidad y la claridad del testimonio para formar una sociedad más informada y menos susceptible a la desinformación.

En resumen, el estudio de Ma y su equipo resalta un cambio paradigmático: en un mundo saturado de información, quizás lo que más necesitamos es evaluar críticamente quién y qué elegimos creer.