Científicos investigan la transformación de más de 70 ríos en Alaska, que adquieren un tono naranja debido a un proceso de oxidación inusual.

En un evento que ha captado tanto la atención de los locales como la de la comunidad científica internacional, más de 70 ríos y arroyos en Alaska están experimentando un cambio dramático en su coloración, tornándose de un brillante tono naranja. Este fenómeno, visible incluso desde el espacio, ha sido documentado por un equipo de investigadores de la Universidad de California Davis en colaboración con el Servicio Geológico de EE.UU. y el servicio estadounidense de Parques Nacionales.

Este proceso, conocido como drenaje ácido de rocas, se observa típicamente en áreas mineras, pero en Alaska, ocurre de forma natural y a una escala preocupantemente grande. «Estamos viendo las mismas secuencias de cambios en la química del agua que en las minas abandonadas de las Montañas Rocosas, pero a miles de kilómetros de cualquier fuente minera», explica Brett Poulin, profesor de la UC Davis y líder del estudio.

Los investigadores creen que el derretimiento del permafrost está permitiendo que el agua se filtre más profundamente en la tierra, donde interactúa con minerales atrapados durante milenios. Esta reacción libera metales como el hierro, visible en la coloración naranja de los ríos, y otros metales potencialmente tóxicos como zinc, cobre, níquel y plomo, poniendo en riesgo los ecosistemas acuáticos y la salud de las comunidades locales.

«El ártico se está calentando a un ritmo mucho más rápido que el resto del planeta», señala Jon O’Donnell, biólogo del servicio de parques nacionales de EE.UU. «Si el derretimiento del permafrost es el principal mecanismo detrás de este fenómeno, cualquier lugar con depósitos minerales similares podría experimentar este tipo de drenaje ácido».

A medida que continúan las investigaciones, los científicos se centran en entender los mecanismos detrás de esta oxidación y sus posibles efectos a largo plazo en el ártico. «Son más las cosas que no sabemos que las que sabemos», afirma Poulin, mostrando una mezcla de preocupación y esperanza sobre el futuro de estos ecosistemas dinámicos y su capacidad de adaptación y recuperación.